jueves, 8 de octubre de 2009

“Los bastardos parricidas de Perón”

Unos meses antes del golpe de estado que derrocó al líder político, en 1955, el entonces Presidente de la República en su mensaje pronunciado ante el Congreso de la Nación, el día 1º de mayo de aquel año decía:
... "La honda preocupación de mi Gobierno por la niñez y la juventud va dando sus resultados. Repudiamos todos los privilegios, porque son injustos y lesivos de la dignidad humana, pero hemos consagrado una excepción en favor de la niñez, excepción en la que deben coincidir todos los hombres de buena voluntad, cualquiera sea su raza, su religión, su credo o partido. Seguiremos firmemente esa política, porque entendemos que al obrar así estamos echando las bases inconmovibles de la Argentina del futuro, con la que soñaron los hombres de nuestra historia y cuya consecución es el aliciente primordial en nuestra diaria y fatigosa labor.
Una niñez feliz y una juventud sana y fuerte, formada en los principios de la bondad, de la virtud y la comprensión, libre de prejuicios y sectarismos, brindará al país las generaciones de hombres dirigentes que habrán de llevarlo a sus más altos destinos.
Este Mensaje de 1955 ha de confrontar los principios de nuestra Doctrina con las realidades de nuestra acción para señalar después la ruta del porvenir en cada uno de aquellos principios; este Mensaje de 1955, tendido hacia un futuro en el que habrán de realizarse todos los sueños de nuestras vigilias, no podría tener otro destinatario que la nueva generación... ¡La juventud de la Nueva Argentina!
En 1943 declaré que en esta tierra 'los niños eran los únicos privilegiados'.Aquello no era una simple frase literaria... Decir que los niños eran los únicos privilegiados bajo el sol de nuestra tierra era declarar caducos todos los demás privilegios que oprimían el alma de nuestro Pueblo. ¡Y era, lógicamente, declararles la guerra!...".
Esto significa que, consciente el General Perón de la inminente caída de su gobierno, depositó su esperanza en la misma generación a la que exactamente 19 años después debió enfrentar anunciándole un escarmiento; esto ocurrió también un primero de mayo (1974). Esta decepción del general, posiblemente, aceleró su muerte y, por eso, para algunos peronistas de la primera hora, aquellos “infiltrados que se hicieron pasar por compañeros”; después de la muerte del padre del Movimiento Nacional Justicialista, pasarían a ser: “los bastardos parricidas de Perón”.
Tantos años después, cuando aquella generación llega al Gobierno, aflora nuevamente este sentimiento en el discurso de Hilda “Chiche” Duhalde –pronunciado por la senadora el 17 de octubre de 2008- al celebrarse el Día de la Lealtad.

Pero hoy estamos en condiciones de apreciar con mayor claridad el proceso político, económico y social iniciado en la década del ´70.
Hoy podemos hacer un paralelo, después de esta visión retrospectiva, para sacar nuestras propias conclusiones sin la asistencia –interesada- de intérpretes y traductores que cobran fortunas para funcionar como formadores de opinión.
Hoy podemos acercarnos un poco más a la verdad y reconocer, con mejores elementos de juicio, quienes han sido, o son, los verdaderos parricidas de Perón; pero fundamentalmente, estamos en condiciones de advertir quiénes son los enemigos de su legado histórico.
Ni el gobierno que ejerció el poder desde el primer día del segundo semestre del ´74 hasta fines del ´75; ni el neoliberalismo de la década del ´90 que culminórecién en el 2003, axhiben una política integral –económica, social y cultural- que pueda relacionarse con la filosofía humanista que parieron Eva Duarte y Juan Perón en Agentina.
La política y el derecho son dos caras de una misma moneda. En la práctica, cada lado opera como un teorema recíproco del otro, por lo que la conclusión de una cara le sirve de hipótesis a la otra.
Esto es claro; la política yel derecho se nutren en correspondencia.
El doctor Carlos Sánchez Viamonte, jurisconsulto y escritor –autor entre otras obras de “Hacia un nuevo Derecho Constitucional” y “La cultura frente a la Universidad”-, fue un destacado político y profesor de Derecho Público, que dictaba cátedra de Historia de las Instituciones Políticas en la Universidad de La Plata. Siempre se mostró interesado por la realidad poítica, económica y social de América del sur y fruto de ese particular interés fue la aparición pública de “Unión Latinoamericana” un espacio que abrió junto con Alfredo Palacios y otras destacadas personalidades que, como él, pensaban en la unificación regional como única alternativa.
Samchez Viamonte decía que un maestro del derecho “no lo arrastra, lo empuja”.
Esta regla de oro sería también de aplicación en la arena poítica.
El gran mérito del peronismo de los años ´40 al ´55 fue, precisamente, dejar de arrastrar la política y el derecho, para empezar a empujar ambas herramientas hacia la justicia social y el bien común.
Los parricidas de la doctrina serían, obviamente, quienes insisten en arrastrar los viejos vicios, privilegios y prebendas que indignaban a Evita y que enfrentó Perón sin conseciones.
Por ello, más allá de la diferencia generacional y de la distancia ideológica, los Kirchner estudiaron, se formaron y se graduaron en los pagos de Sánchez Viamonte, en las aulas de la Ciudad de La Plata que, seguramente, quedaron impregnadas del aporte intelectual del socialista. Por alguna razón o por varias, aquél lema de Sánchez Viamonte parecería guiarlos.
Los Kirchner empujan la política y el derecho, del mismo modo que demuestran un claro interés por el destino de los pueblos latinoamericanos.
Los sectores de izquierda les reclaman un mayor cambio revolucionario, sin reparar y sin reconocer la transformación y su profundidad en lo económico y social. La derecha renacentista defiende egoistamente sus exclusivos intereses sectoriales, procurando fortalecer esa tradición siempre orientada a garantizarse un enriquecimiento fácil; divorciándose definitivamente del bien común.
El conceptismo radical abraza ideas de la dictadura habilitada y, desde su posición política, opta por arrastrar el derecho haciendo un esfuerzo intelectual por intenta justificar y conservar normas legales anacrónicas.
El antikirchnerismo reune a diferentes fuerzas –al radicalismo, a la disidencia peronista, a los proconservadores y a las alianzas coyunturales sin contenido ideológico-.
Todas estas exspresiones políticas representan y reeditan la “Confederación de las Derechas”.
Ahora bien, más allá de las razones, de las motivaciones y de los errores, están los resultados; uno de ellos puede ser la conversión de las ideas, y otro, la transformación o traslación de la violencia.
La década del `70 quedó bañada en sangre, como consecuencia del choque entre ideologías. Era la violencia de las pasiones.
Luego vino la exclusión de los partidos políticos y finalmente, en los `90, la exclusión social; después la desesperanza; el desprecio por la vida propia y por la ajena.
Aquella violencia era por la disputa del poder; por la disputa entre dos modelos políticos, económicos y sociales.
Ahora, una parte de la violencia actual es también parte del modelo que se impuso. Es la violencia de la miseria.
Hoy, frente a la muerte, nos preguntamos nuevamente ¿por qué?, ¿para qué? y ¿hasta cuándo?
El debate se reproduce entre la mano dura y la mano blanda; sobre el tipo de represión, sobre la ley penal y el procedimiento.
La lupa vuelve a estar sobre la juventud –sobre los adolescentes-.
No podemos volver a equivocarnos.
El egoísmo excluye la generosidad, del mismo modo que, la generosidad excluye el egoísmo.
La exclusión social excluye todas las garantías, de todos los ciudadanos.
Sólo la justicia social podrá excluir una inseguridad que es producto bruto de un modelo inmoderado que antepone, a todo, la conveniencia y el interés de pocos que piensan mucho, en perjuicio de muchos que hoy piensan poco, por ser las víctimas de la brutalidad de un modelo, que excluyó a sus padres, primero, y después los embruteció a ellos condenándolos a la pena anticipada de exclusión perpetua hereditaria.
Pero no queremos ser las víctimas de las víctimas, ni debemos ser sus verdugos.
Estamos hablando de la aplicación de una pena colectiva de exclusión social masiva y a perpetuidad que, para esta generación, ya reviste el carácter de hereditaria.
Lo cierto es que estamos ante un conflicto entre clases sociales, que derivó en un problema mayúsculo de difícil desenlace; y éste es el único gobierno –entre tantos que han pasado- empeñado seriamente en llevar adelante un proyecto nacional y popular. Sin embargo, no deberíamos esperar un milagro exprés; el daño acumulado ha sido tanto que hemos quedado separados. Unos afuera y otros encerrados; de un lado perturbados, violentos e impiadosos –por excluídos- y, del otro lado, ansiosos y con pánico.
Todos condenados sin poder pensar y sin hacernos cargo; pero todos arrastrando aquél bastón que nos cargaron –el penosos bastón del dictador-. Si pudieramos desprendernos de esta carga, qyedaríamos en condiciones de empujar unidos –en comunidad- hacia un mejor futuro.
Pero si insistimos en escuchar a los agoreros que predicen sin fundamentos males y desdichas, volveremos a caer en la vieja trampa de la profecía autocumplida, sin haber desaprendido nada, y eso nos convertiría en una generación perdida.

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